Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo sexto

Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes

Primera parte, capítulo sexto

Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

Entre sabrosos e ilustrativos comentarios, el cura y el barbero van dando cuenta de los libros que poseía don Quijote y salvando unos y condenando al fuego a los demás, que eran inmensa mayoría, la sobrina y el ama arman la pira en el patio de la casa como brazo secular de aquel proceso inquisitorial contra las novelas de caballerías y del que no se salvaron las pastoriles ni los libros de poesía.

Aparte del calado del acto de quemar libros y considerarlos peligrosos, tanto como los herejes de cuya quema se convierte en parodia, sobre este breve capítulo, reducido prácticamente a la enumeración de títulos, planea la verdadera valoración de Cervantes sobre la literatura. Así puede destacarse la importancia que atribuye a las lenguas vernáculas para la creación de obras literarias y la defensa de su lectura en la lengua en que fueron escritas. Aunque el rechazo a las traducciones no es total, Cervantes se muestra extremadamente exigente y rechaza de forma absoluta la traducción de aquellas escritas en verso. Su preferencia por los textos escritos en prosa resulta indiscutible. Su opinión sobre la poesía la pone, en este caso, en la boca y las palabras de la sobrina que quería quemar todos los libros, incluidos los de poesía y las novelas pastoriles, por si a don Quijote le diera por hacerse pastor o, lo que es peor, poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.

Además de su disposición a indultar los libros escritos en la lengua del autor, como ocurre con el Espejo de caballerías, junto con todos aquellos que tratan cosas de Francia, destaca el hecho de condenar sin posible apelación el Bernardo del Carpio. Las razones que le llevarán a tomar esta decisión son la de encontrar este libro muy deficiente y la de estar escrito en verso, cosa que no le gustaba. Porque, hay que decirlo, Miguel de Cervantes no era solamente un apasionado de la figura de este caballero leonés, sino que lo tratará en La casa de los celos y tuvo el proyecto, al parecer sin concluir, de hacerlo formar parte de una gran novela épica con el título de El famoso Bernardo. La obra literaria que censura Cervantes corresponde al presbítero portugués, cuando este territorio pertenecía al Reino de León, Alexandre Caetano. Bernardo del Carpio es hijo extramatrimonial de la infanta de León, doña Ximena –hermana del rey Alfonso II el Casto- y el conde de Saldaña, Sancho Díaz. Se le atribuye el haber causado la derrota de Roldán en Roncesvalles.

El personaje de Bernardo del Carpio estará presente en numerosas obras y autores de todas las épocas, como: Lope de Vega, Ramón Menéndez Pidal, Juan de la Cueva, Agustín Alonso, Álvaro Cubillo de Aragón, Lope de Liaño, Hilario Santos Alonso, Manuel José Martín, Jorge Mira y Perzebal, Flaviene Caetano, George Washington Montgomery, Manuel Fernández y González, Francisco Macarro, Ambrosi Carrión, Nicolás Espinosa, Francisco Garrido de Villena, Agustín Alonso, Luis Barahona de Soto, Francisco Núñez de Oria… lo que nos da una idea de la importancia de este caballero legendario leonés y los valores que encarnaba.

Como curiosidad, mencionaremos los libros salvados de la hoguera, en primer término, y luego los que fueron condenados.

Libros indultados en la relación que se hace:

1.- Amadís de Gaula
2.- Palmerín de Inglaterra
3.- Don Belianís (se los lleva el barbero, pues eran una serie, con la condición de no dejárselo leer a nadie)
4.- La Diana, de Jorge de Montemayor
5.- Tesoro de varias poesías
6.- La Diana, de Gil Polo
7.- Los diez libros de Fortuna de amor, de Antonio Lofrasco (elogiados y apreciados por el cura, que se los queda)
8.- Pastor de Fidias
9.- El Cancionero, de López Maldonado
10.- La Araucana, de Alonso de Ercilla
11.- La Austríada, de Juan Rufo
12.- El Montserrato, de Cristobal Virués
13.- Las lágrimas de Angélica
14.- Historia del famoso caballero Tirante el Blanco
15.- La Galatea, de Miguel de Cervantes

Llegados a La Galatea, Cervantes aprovecha para hacer una autocrítica y dice en boca del barbero:

Muchos años hace que es gran amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo y no concluye nada: es menester esperar a la segunda parte que promete; quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.

Libros que se citan condenados al fuego:

1.- Los cuatro de Amadís de Gaula
2.- Sergas de Esplandián
3.- Amadís de Grecia
4.- Don Olivante de Laura
5.- Florimorte de Hircania
6.- El caballero Platir
7.- El Caballero de la Cruz (lo rechazan con el comentario de que tras la cruz está el diablo; posible alusión a los judíos conversos, presentes en la misa, pero practicando el judaísmo en casa. Pero también podría interpretarse a modo de crítica personal (como perteneciente a familia de judíos conversos) a la Iglesia y lo que realmente se esconde detrás de ella y sus acciones.)
8.- Bernardo del Carpio
9.- Roncesvalles
10.- Palmerín de Oliva
11.- La Diana del Salmantino
12.- El Pastor de Iberia
13.- Ninfas de Henares
14.- Desengaños de celos

Y tras estos, todos los demás a falta de lo que nos traiga el capítulo VII, pues –como ya hemos dicho- cada uno de ellos concluye con el comienzo del siguiente.

González Alonso

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