Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo quincuagésimo segundo

 

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha

Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo quincuagésimo segundo

De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los disciplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor

Con este capítulo y aventura se da fin a la segunda salida de don Quijote. Tras la historia del cabrero que todos, incluido don Quijote, celebraron con gusto, se verán envueltos en una cómica pelea a la que se suma como puede Sancho Panza. La causa fue la observación que hizo el cabrero sobre la locura de don Quijote. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo quincuagésimo primero

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha

Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo quincuagésimo primero

Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban al valiente don Quijote

Comienza el capítulo con un endecasílabo perfecto: Tres leguas de este valle está una aldea, puesto en boca del cabrero que da comienzo a la historia prometida. La ocasión es aprovechada por Cervantes para intercalar un breve relato pastoril. Así, el cabrero Eugenio cuyo nombre significa “el bien nacido”, es decir, hombre “limpio de sangre”, sin sombra de “mancha” o pasado judío, nos relatará cómo Leandra, enamorada de un apuesto soldado de nombre Vicente de la Roca, hijo de de un pobre labrador del lugar que hacía ostentación de sus vestidos coloridos, aventuras y lugares visitados por todo el orbe, escapará de la casa del padre con éste, entregándole sus joyas y otras riquezas robadas en la casa, con la promesa de viajar a Nápoles. El soldado llevó a la joven a un monte cercano, se llevó las joyas y riquezas y, sin violentarla, la dejó encerrada en una cueva donde fue hallada más tarde. El padre encerró a su hija en un monasterio y los pretendientes enamorados de la moza, el cabrero Eugenio y su competidor Anselmo, tristes y abatidos, decidieron hacerse pastores. El ejemplo fue seguido por otros mozos que también andaban enamorados de la bella Leandra para quejarse de ausencia y de los defectos atribuidos a la joven de antojadiza, deshonesta, ligera y desdeñosa, aunque muchos ni siquiera habían cruzado palabra con ella, y todos, también, recorrían aquellos montes adorándola y sufriendo de amores por su hermosura. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo quincuagésimo

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo quincuagésimo

De las discretas altercaciones que don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos

El capítulo, sin desperdicio alguno, se presenta con algunas incógnitas que Cervantes se encargará de resolver en el siguiente. Da comienzo con un largo y acalorado discurso de don Quijote rebatiendo las críticas del canónigo a los libros de caballerías. Entre los numerosos argumentos y ejemplos para defender la bondad de los polémicos libros descuella la apelación a la gran acogida de los mismos por toda clase de gentes y, conociendo muy bien el ciclo completo del libro: licencia, aprobación y lectura del público, no puede dudar de su veracidad cuando cumple todos los requisitos de publicación acompañados del éxito y aceptación general. Considera, además, que “destierran la melancolía que tuviere y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala”, en una puya al temperamento del canónigo que censura la superficialidad y el poco o ningún aprovechamiento o aprendizaje que mejore la condición de la persona. La apuesta que hace don Quijote por el entretenimiento y la diversión como condiciones del buen humor y la felicidad resulta, cuanto menos, lo suficientemente interesante como para tenerla en cuenta. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo noveno

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo noveno

Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote

Cuando don Quijote le reconoce a Sancho que sí sentía ganas de comer, beber y hacer del vientre, al escudero le faltó tiempo para responderle y hacerle ver que eso era, precisamente, la prueba definitiva de que no estaba encantado, pues de todo el mundo era conocido que los encantados ni comen, ni beben, ni duermen, ni responden sobre lo que se les pregunta. Don Quijote se resiste a tomar esta prueba por tan concluyente como pretendía Sancho, argumentando que los tiempos y las costumbres cambian. Sancho insiste y le propone probar a salir de la jaula con su ayuda, a lo que accede el caballero.

Empeñada su palabra, don Quijote saldrá de la jaula y se alejará un trecho para hacer sus necesidades. A la vuelta, el canónigo, que junto al cura y el barbero llevaban enjaulado a don Quijote, impresionado por la capacidad del buen juicio de éste en todo lo que no se refiriese a los asuntos de caballerías, le espeta un discurso sobre la falsedad de los libros que tratan de caballeros andantes y le recomienda que se dedique a otras lecturas de más provecho y valor, de donde, en lugar de loco, saldrá “erudito en la historia, enamorado de la virtud, valiente sin temeridad, osado sin cobardía, y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, do, según he sabido, trae vuestra merced su principio y origenSigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo octavo

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo octavo

Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio

El canónigo, en un acalorado discurso, expresa su opinión sobre las novelas de caballerías asegurando estar escritas para satisfacer el gusto del vulgo, carente de juicio fundado; y apunta que ahora son las nuevas comedias las que vienen a sustituir a las novelas caballerescas. De las comedias dice que “todas, o las más, son conocidos disparates y cosas que no llevan ni pies ni cabeza”, lo que no resulta ser obstáculo para que la inmensa mayoría de la gente las oigan con gusto, y las tengan y aprueben por buenas, haciendo justicia a la sentencia del Eclesiastés (I,15): “stultorum infinitus est numerus” (El número de los tontos es infinito) que Cervantes recoge, escribiendo: “es más el número de los simples que el de los prudentes”. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo séptimo

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo séptimo

Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos

Don Quijote se extraña de verse llevar encantado de semejante manera, en un carro tirado por bueyes, cuando lo que él tenía entendido y leído es que los carros encantados de las aventuras caballerescas eran ligeros como el aire y volaban raudos por el cielo. Le pregunta a Sancho sobre la cuestión, pero éste dice no saber por no ser leído como lo era don Quijote, aunque  sospechaba que en los encantadores de la carreta había gato encerrado.

Antes de iniciar la partida el carro con don Quijote, se acercarán la ventera y Maritornes envueltas en simulados llantos para despedirse del caballero andante; éste, que no puede sufrir sus lloros, se arrancará con un grandielocuente discurso para consolarlas, asegurando que cuanto le está ocurriendo lo es por ser caballero famoso y temido, lo que tiene que aprender a soportar con paciencia, y que a los caballeros desconocidos nada de esto les ocurre. En medio de las despedidas, el ventero le entregará al cura unos papeles encontrados en una maleta olvidada por sus dueños en la venta y que nadie volvió a reclamar, la misma en la que se encontraba la Novela del Curioso impertinente, que tanto gusto les dio su lectura. El cura, ojeando los legajos, encontró el comienzo de otra que llevaba por título Novela de Rinconete y Cortadillo, y consideró que sería de interés como lo había sido la del Curioso impertinente. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo sexto

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo sexto

De la notable aventura de los cuadrilleros y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don Quijote

Las cosas se apaciguan, los cuadrilleros atienden a las razones del cura y la locura de don Quijote para no insistir en arrestarlo; el barbero cobra sus ocho reales por la bacía convertida en baciyelmo y doña Clara no cabe en sí del contento de saber que su amado don Luís haría el viaje en su compañía, con el consentimiento de su padre y la conformidad de los criados. Zoraida, sin entender del todo cuanto ocurría, también se alegraba viendo contento a su amado capitán Viedma, y el ventero, aprovechando la ocasión y buena disposición del cura, también cobró sus cueros rotos y el vino derramado, a cuyo escote colaboró don Fernando, esposo de Dorotea.

Don Quijote, una vez sosegada la venta, vuelve a su compromiso con la princesa Micomicona, interpretada por Dorotea, pidiéndole continuar el camino para dar fin al descomunal gigante usurpador y restituirle el reino a la ultrajada princesa. Dorotea, en su papel de Micomicona, le responde con el mismo estilo y oratoria, aceptando la propuesta de partir. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo quinto

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo quinto

Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras aventuras sucedidas, con toda verdad

Los presentes en la venta, siguiendo la iniciativa del barbero vecino del pueblo de don Quijote, deciden gastarle una broma al barbero dueño de albarda y bacía diciendo que la tal bacía era yelmo, aunque incompleto. Don Quijote está muy de acuerdo con las razones escuchadas a favor del yelmo y el barbero perjudicado no podía dar crédito a que tanta gente y de tan buen parecer viera un yelmo en lo que era bacía, por lo que –confuso- agrega a modo de desafío que le digan si, del mismo modo, se atreverían a decir que la albarda del burro era jaez de caballo. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo cuarto

 

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo cuarto

Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta

Don Quijote gritaba de forma desaforada, colgado como estaba por el brazo, y despertados todos, acude entre otros el ventero para liberar de su suplicio al caballero andante. Una vez recuperado su lanzón y puesto sobre Rocinante, desafía a todo aquél que niegue el injusto encantamiento a que había sido sometido.

Los recién llegados no daban crédito a cuanto veían y oían, pero enseguida el ventero les puso al corriente del humor de don Quijote, así que se volvieron a sus cosas sin hacerle más caso, cosa que enfureció de tal modo a don Quijote que estaba ardiendo en ansias de hacerles responder por la fuerza lo que no hacían por su voluntad. Pero la promesa dada a la princesa Micomicona, que tan bien interpretaba Dorotea, de no iniciar una nueva aventura hasta haber concluido la que comprometió por su causa para restituirle el arrebatado reino, artimaña puesta en marcha con la complicidad del cura y el barbero para llevar de vuelta a casa a don Quijote, le impidieron a éste hacer nada. Sigue leyendo

Don Quijote de la Mancha.- Primera parte, capítulo cuadragésimo tercero

 

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Primera parte.- Capítulo cuadragésimo tercero

Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros estraños acaecimientos en la venta sucedidos

Dejamos en el capítulo anterior a don Quijote haciendo guardia en el exterior de la venta que él consideraba castillo y a todos los alojados dormidos, cuando al clarear la mañana una voz masculina bien entonada despierta, entre otros, a Dorotea y Cardenio. Clara dormía y a Dorotea le pareció oportuno que escuchara aquellas canciones y aquella voz, así que la despertó. Pero la sorpresa de Dorotea fue descubrir por las lamentaciones de Clara que conocía bien al mozo que así entonaba sus canciones, joven rico y apuesto, hijo de un caballero natural del reino de Aragón, que venía siguiéndola de venta en venta en su viaje y del que ella también estaba enamorada, aunque su padre nada sabía de ello. Dorotea la tranquiliza con la promesa de arreglarlo todo en cuanto fuera de día. Sigue leyendo