Los libros. Lo que se dice en el Quijote

don-quijote-leyendo-libros-de-caballerc3adasEl Quijote. Lo que se dice sobre los libros

Y en verdad que, para lo poco que se lee, se publica mucho. Ahorraré la búsqueda de datos precisos, pero solamente en España salen a la calle 10 libros a la hora, 240 al día y más de 87.000 títulos al año. Libros de toda clase, condición y calidad; tiradas cortas de las pequeñas editoriales que no sobrepasan los 200 ejemplares y tiradas medias y grandes hasta los 5.000 libros de las editoriales grandes. Si no se lee más no será por falta de oferta editorial. Ahora bien, de todo lo que se pone en circulación no sé decir qué porcentaje alcanzará una cota de calidad aceptable, aunque a tenor de los títulos –sobre todo de poesía- a los que tengo acceso-, me invade la triste impresión de estar ante una penosa y mediocre producción literaria.

Don-Quijote-de-1815-Contra-Voltaire-de-1793-y-Opusculum-morale-de-1685-2Aún así, más allá de esta percepción subjetiva y a falta de opiniones fundamentadas con rigor, me siento inclinado a pensar –como pensaba Miguel de Cervantes- que “no hay libro tan malo que no tenga algo bueno”, según se lee en la sentencia de Plinio el Mayor de la que se hace eco el Quijote (II,3-II,58).

Sobre los libros nos dejará Cervantes, precisamente, abundantes notas en su obra cumbre “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Él, que fue lector impenitente, no se privó del placer de crear un personaje ávido de lecturas, principalmente de historias caballerescas, hasta el punto de decidir que todo lo escrito era más real y verdadero, además de bueno, que lo vivido a ras de suelo y a golpe de rutina y costumbres cotidianas. Y nos descubre el extraordinario poder de la lectura para levantar la mirada del suelo hasta el cielo del sueño y sentirnos impelidos a pasar a la acción con la voluntad de cambiar y construir un mundo mejor.

saber leerCon no ser pequeño el descubrimiento del poder de transformación de la lectura que nos regalan las obras literarias, Cervantes, a través de don Quijote y los demás personajes de la novela, irá encajando un discurso lleno de razonamientos y reflexiones sobre el alcance de la naturaleza y el valor de los libros que reflejan con mucho acierto lo que es nuestra realidad transcurridos los siglos.

La inutilidad de muchos libros la encuentra Cervantes en la finalidad para la que están escritos, “cuentos disparatados  que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar”. La defensa del carácter didáctico de la obra literaria queda fuera de toda duda en Miguel de Cervantes. Pero no puede faltar la otra pata de la belleza y el regalo de la hermosura, de manera que ha de considerarse un buen libro el que deleita y enseña conjuntamente, pues “toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno” (I,7). Resumiendo, toda obra literaria será buena en la medida que consiga “el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente”. Y de entre todos los libros, Cervantes confiesa hojear más los que son profanos que los devotos, siempre que sean “de honesto entendimiento, que deleiten en el lenguaje y admiren y suspendan con la invención”, afirmando a renglón seguido que “de estos hay muy pocos en España”. Y transcurridos cuatro largas centurias desde el aserto, quiero apreciar que sigue habiendo pocos.

No sin razón, el lector se estará preguntando –después de lo hasta aquí expuesto- qué justificación tiene como bueno el Quijote, un libro de caballerías tan disparatado como dramáticamente real en el cual se nos presenta cómo la lectura desordenada y compulsiva de las obras de este género trastornan al lector, protagonista de la novela, hasta el punto de recrear el mundo de los caballeros andantes para seguir el propósito de sus acciones y aventuras en una época alejada de dichos ideales, como el mismo don Quijote confiesa: “Yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera” (I,47).

Quema de libros1Don Quijote, de natural pacífico y razonable entendimiento, se muestra beligerante y desordenado cuando se toca el tema de la caballería andante, la idea delirante de su locura. No pasará ocasión alguna en la que no rebata con ardor la crítica o censura del mundo caballeresco o alguno de los libros del género. Así ocurre a lo largo del capítulo XLIX de la primera parte publicada cuando un canónigo que se le cruza en el camino de vuelta a su aldea tras ser derrotado en Barcelona. El canónigo argumentará contra los libros de caballerías desde una postura crítica neoaristotélica de manera bastante contradictoria y encuentra que los mencionados libros son un pozo de disparates en los que se mezclan sin ton ni son verdades con mentiras. Entre otras afirmaciones, el canónigo se refiere a las novelas de caballerías como libros que son “en el estilo, duros; en las hazañas, increíbles; en los amores, lascivos; en las cortesías, mal mirados; largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana como agente inútil” (I,47), condenándolos al fuego más adelante (I,49) “por ser falsos y embusteros y fuera del trato común que pide la común naturaleza” dando “ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y a tener por verdaderas tantas necedades como contienen”.

La respuesta de don Quijote, mesurada y tranquila, va dando vuelta a los argumentos y juicios emitidos por el canónigo extendiéndose en razonamientos que arrancan del convencimiento de que la verdad de los libros de caballerías se asienta en “estar impresos con licencia de los reyes y con aprobación de aquellos a quien se remitieron, y que con gusto general son leídos y celebrados” por toda clase de personas. Concluye su argumentario don Quijote con la recomendación de estas lecturas al canónigo (cosa, por otra parte, que ya había hecho) diciéndole: “créame y lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala”, añadiendo a estos beneficios los suyos propios al verse “valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones y de encantos

La verdad es que, si se me permite el inciso, no veo gran desemejanza entre nuestra situación actual y la realidad pintada en el Quijote. Transcurridos más de cuatrocientos años, la mezcla de verdades y mentiras que hoy se usa en toda clase de medios, conduce a disparates vestidos de naves extraterrestres, visitantes de otras galaxias, apariciones, fantasmas, y, lo que es peor, a realidades crueles como las guerras, genocidios, violencias, dictaduras e ideas aborrecibles que se justifican y sostienen como verdaderas.

Pero volviendo al cuento del Quijote y los libros, la conclusión del debate entre el canónigo y el Caballero de la Triste Figura es que se pone en tela de juicio la distinción entre la ficción mentirosa y la historia auténtica que defendía el canónigo.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” es un libro. Y un libro eficaz en su intención, de gran complejidad y de gran éxito, en su tiempo y a lo largo de los siglos. Reparemos, finalmente, en dos aspectos reseñables de esta obra cumbre de la Literatura Universal, recogidos en un breve e interesante artículo firmado por Daniel Eisenberg, “Los libros de caballerías y don Quijote”.

anoche soñé contigo4Previamente, de manera esquemática, se explica cómo en el Quijote se ponen de manifiesto los peligros de los libros de caballerías:

1.- Celebran la rebelión contra la autoridad. El caballero andante no tiene que responder ante nadie y puede decidirlo todo desde  “su alto sentido ético y juicio infalible

2.- Mermaban de forma alarmante la atención a la literatura española y, naturalmente, la cervantina.

3.- Permitían y aplaudían las relaciones sexuales antes de o sin el matrimonio, lo que venía a ser una exaltación del amor libre y la sexualidad.

4.- Celebraban los hechos de los extranjeros y desviaban la atención de la propia historia española.

Desde este punto de vista parece natural que Miguel de Cervantes reaccionara defendiendo su propio trabajo y llamando la atención sobre el valor de la literatura española. Cosa que parece haberse hecho costumbre, la de valorar siempre más que lo propio, lo que se hace fuera.

Y así descubriremos el doble efecto que el Quijote causó sobre los libros de caballerías; por una parte, convirtiéndolos en libros de segunda y que dejaran de editarse, y, por otra parte, contribuyendo decisivamente al renacimiento moderno del interés por ellos, constituyendo el mismo Quijote la puerta de acceso o la introducción a los mismos, manteniendo viva su memoria. Del mismo modo, podemos decir que el Quijote apócrifo de Avellaneda pervive y es conocido porque Cervantes lo atacó desde su Quijote.

De la lectura del Quijote se saca la viva impresión de que Miguel de Cervantes sentía verdadera pasión por el género caballeresco que atacó con tanto acierto. Conocía los libros, pues hubiera resultado del todo imposible escribir el Quijote si no hubiera sido así y comparto la opinión de que le gustaban mucho y le apasionaban.

No hay libro tan malo que no contenga algo bueno. Esa es la cuestión y el juicio último sobre los libros. Lo que convendrá considerar es si se sabe leer y hacerlo con capacidad crítica, es decir, qué clase de lectores tenemos. Porque hay diversas clases de lectura. Y creer a pies juntillas la letra impresa, quedarse en los mensajes breves, mal fundamentados y torticeros, dándolos por buenos sólo por hacerse virales en las redes, aceptar los relatos históricos sin contrastarlos, las noticias sólo si dicen lo que se quiere oír, etc. nos convierte en ingenuas marionetas y en perfectos ignorantes. Aunque la ignorancia de quien ni lee, ni se interesa por la historia, ni se informa, puede resultar mucho más dañina. Parafraseemos el dicho: no hay lector tan malo que no alcance a sacar algo bueno de la lectura. Pero éste es ya otro tema. Para otra ocasión.

González Alonso

Bibliografía:

1.- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.- Miguel de Cervantes Saavedra

2.- Artículo: Los libros de caballerías y don Quijote.- Daniel Eisenberg

3.- Artículo: Sobre el Prólogo a la primera parte del Quijote.- Julio González Alonso

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