El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra
Segunda parte.- Capítulo septuagésimo cuarto
De cómo don Quijote cayó malo y del testamento que hizo y su muerte
Las primeras frases de este último capítulo evocan la costumbre de la época de dar comienzo a la redacción de los testamentos como se documenta con la cita a pie de página con el ejemplo del testamento de Garcilaso de la Vega: “Porque la muerte es natural a los hombres, y es cosa cierta, y la hora y el día ha de ser incierta, etc. (sic)” . En el caso de don Quijote, ya fuese –se dice- por causa de la melancolía de haber sido vencido o ya fuese porque el cielo así lo dispuso, le sobrevinieron unas calenturas que lo dejaron postrado en cama por espacio de seis días, durante los cuales recibió la visita regular de sus amigos el cura, el barbero y el bachiller, los cuales trataban de animarlo alimentando las fantasías pastoriles a las que se había entregado el caballero andante. Decidieron, al fin, hacer venir al médico. Cuando éste hizo sus averiguaciones, con toda franqueza manifestó que, por melancolía y por otras penas, su cuerpo se despedía de la vida y que no podían hacer otra cosa que ocuparse ya de su alma.
Don Quijote tomó la noticia con serenidad; no así la sobrina, el ama y los amigos de don Quijote allí reunidos. Pidió que lo dejasen a solas para descansar, y después de dormir seis horas de un tirón despertará para llamar y decir con voz grave y clara que, por la gracia divina, ya no era don Quijote ni estaba loco.
Todavía incrédulos de lo que oían, el bachiller Sansón Carrasco tomó la palabra para insistir en la fantasía de que era don Quijote y la decisión de que se dedicara a la vida pastoril en el año obligado de retirada de su actividad como caballero andante. Pero la respuesta del enfermo fue tajante y, pidiendo que dejasen las burlas a un lado, les solicitará que llamaran a un confesor y un escribano. Sigue leyendo