Don Quijote de la Mancha.- Segunda parte, capítulo decimonoveno

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes Saavedra

Segunda parte.- Capítulo decimonoveno

Donde se cuenta la aventura del pastor enamorado, con otros en verdad graciosos sucesos

En el encuentro con los campesinos y estudiantes se anuncian, como cosa extraordinaria y nunca vista, las bodas del rico campesino Camacho con la hermosa y jovencísima Quiteria, que se celebrarían en un gran prado cubierto y con un esplendor incomparable, a decir de todos.

Hablando de los linajes del joven Camacho y el de su prometida Quiteria, Francisco Rico afirma que “no es imposible que aluda a algún antepasado judío converso por parte de Camacho” cuando Cervantes escribe que ya no hace falta pararse en este asunto, ya que “las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras”. Lo que, dicho a la pata la llana, el dinero todo lo arregla y disculpa, incluso el ser judío converso.

El escenario de las celebraciones, como se ha dicho antes, va a ser “un prado enramado”, a fin de proporcionar sombra a los invitados. Los ramos y sus usos tradicionales son costumbres también leonesas; en relación con el noviazgo se conoce el de ponerlos en la ventana o la puerta de las novias durante la noche de San Juan. El joven Camacho, haciendo ostentación de toda su riqueza, mandará enramar nada menos que todo un prado en el que, además, se harán exhibición de danzas, muchas de ellas enraizadas de igual modo en el origen medieval de la cultura leonesa, como de la “danza de espadas”, que ahora se baila con palos, o en las citadas “danzas de cascabel”.

Siguiendo el capítulo adelante se nos descubre cómo desde niños Quiteria y Basilio, un humilde zagal vecino de Quiteria, se sentían enamorados y se les tenía por novios, y cómo el padre de Quiteria quiso estorbar este amor para entregar a su hija a un pretendiente de fortuna.

Del bueno de Basilio se dice que tenía por habilidades ser “gran tirador de barra, luchador estremado y gran jugador de pelota [   ] y birla a los bolos como por encantamiento” (sic). De los mencionados deportes populares, además de ser todos conocidos y practicados en tierras del Reino de León, hay tres que se consideran autóctonos, aunque se practiquen con otras variantes en diferentes territorios peninsulares e incluso insulares: La lucha leonesa o “aluches”, los bolos en sus diferentes modalidades, pero especialmente los jugados con bolas semiesféricas de madera, y el tiro de barra.

La lucha leonesa, también llamada “aluches”, de quien toma nombre el barrio de Aluche en Madrid, es un combate cuerpo a cuerpo con los pies desnudos, agarrándose los luchadores fuertemente del cinto y, mediante mañas, tratar de hacer caer al contrario sobre la hierba del prado en medio de un corro que a su alrededor forma la gente. Los bolos en los que se practica “el birle” son los que se juegan lanzando las bolas semiesféricas de madera sobre el castro en el que se pinan los nueve bolos junto al “miche” o bolo más pequeño. En la segunda tirada el jugador puede intentar alcanzar los bolos del castro o el miche, de más valor, derribándolos con la bola en la mano o bien lanzándola desde el lugar reglamentario donde cayó en la primera tirada. El “tiro de barra” es conocido y practicado, además de en León, en distintas tierras de España, castellanas, vascas, aragonesas, valencianas y manchegas.

A Basilio se le atribuye, además, el ser muy diestro con la espada, razón suficiente por sí misma para que don Quijote lo considere digno de casarse con Quiteria o “con la misma reina Ginebra, si fuera hoy viva, a pesar de Lanzarote”. La intervención de Sancho Panza, poniendo sus palabras en boca de su mujer, abre la discusión de si deberían las personas casarse sólo por amor o por la elección del padre, que era el que detentaba la patria potestad, atendiendo a la conveniencia e igualdad de los novios. Sancho entiende, siguiendo el parecer de su mujer Teresa, que los matrimonios deben concertarse entre iguales, como dice el refrán “cada oveja con su pareja”.

Y entre el sabroso diálogo seguido entre escudero y caballero, bien sembrado de refranes por uno y de correcciones por  el otro, aparecerá una nota más que agregar a las influencias leonesas introducidas por Cervantes en su obra, como es la mención del “sayagués” que pertenece a la lengua leonesa hablada entre Zamora y Salamanca y que Juan del Enzina utilizó en sus obras. En el tema planteado terciará otro personaje, el Licenciado, para dar su opinión sobre el uso de la lengua según los criterios renacentistas que se apoyaban en “la equilibrada combinación de ratio y usus” (Fco. Rico)

La discusión se trasladará después al valor del ejercicio de la fuerza o el del arte en el manejo de la espada, como metáfora del uso del lenguaje, y se desata una pelea entre dos de los acompañantes a los que don Quijote sirvió de juez y que terminó con el triunfo abrumador del arte o la ciencia sobre el uso de la fuerza bruta.

Una vez reiniciada la marcha del grupo formado por don Quijote, Sancho, los labradores y los estudiantes, llegan cerca del anochecer a las proximidades del pueblo donde se celebrarían las bodas del rico Camacho, vislumbrando el gran resplandor de las luminarias que ya habían sido encendidas y, oyendo la música de instrumentos populares como las flautas, tamborinos, salterios, alboques, panderos y sonajas que anunciaban con alegría la gran fiesta que se preparaba, don Quijote, disculpándose con que era costumbre de los caballeros andantes “dormir por los campos y florestas antes que en los poblados”, no entró en el pueblo, para contrariedad de Sancho Panza que echó en falta la comodidad que había tenido en la casa de don Diego y que don Quijote llamaba castillo.

González Alonso

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s