Don Quijote de La Mancha.- Segunda parte, capítulo octavo

El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha

Miguel de Cervantes Saavedra

Segunda parte.- Capítulo octavo

Donde se cuenta lo que sucedió a don Quijote yendo a ver a su señora Dulcinea del Toboso

La tercera salida de don Quijote ocurre al atardecer, lo cual tiene que ver con la expresión repetida hasta por tres veces por Hamete Benengeli (recuérdese, el nombre encriptado de Miguel de Cervantes.-capítulo I,9) , narrador de la historia: “Bendito sea el poderoso Alá”, expresión con la que los moriscos comenzaban sus oraciones a la caída de la tarde y el anochecer.

Otra curiosidad es que esta salida la hace tomando el camino del Toboso, mientras que las dos anteriores se hicieron por los Campos de Montiel y en el momento del amanecer (I, 2 y 7).

Tal vez Cervantes, que ya tenía construida y armada toda la primera parte, afrontara esta segunda con la tercera y última salida de don Quijote desde el convencimiento del final que de forma alegórica podemos leer en la idea del ocaso. De cualquier modo, el juego de nombres y sobre los orígenes continúa en un momento de la historia de una España atribulada por los acontecimientos relacionados con los judíos y los moriscos. Así, podemos ver cómo el nombre del narrador –el propio Miguel de Cervantes-, de origen judío como su propia ascendencia, se enmascara en el morisco de Hamete Benengeli. Miguel proviene del nombre hebreo Mikael (¿Quién como Dios?) y los judíos acostumbraban a tomar apellido del lugar de origen, en este caso Cervantes o “lugar de ciervos”, localidad leonesa en tierras de la provincia de Zamora. También resulta apreciable la mayor precisión en el plano narrativo anticipando la buena acogida por parte de los lectores de las locuras de don Quijote y su escudero.

Pero, sin adelantar acontecimientos, no serán éstas las únicas novedades y sorpresas de esta segunda parte y tercera salida del caballero de La Triste Figura.

Sea como quiera, esta tercera y definitiva salida vendrá acompañada de augurios y supersticiones como serán los relinchos y pedorreos de las cabalgaduras de amo y escudero. En la narración, los pedos del rucio son referidos mediante el eufemismo de “sospiros”, los cuales, aventajando con mucho a los relinchos de Rocinante, fueron interpretados por Sancho Panza como señal de que su fortuna habría de ser mayor que la de su amo, lo que –en definitiva- si tenemos en cuenta el final de la historia coincidiendo con la muerte de don Quijote, no dejó de ser verdad.

Es curiosa la introducción de las supersticiones en la narración. Cervantes alude, contándonos este pasaje, a la existencia en aquella época de la llamada “astrología judiciaria”, que era una manera de hallar respuestas al futuro de las personas a través del estudio de los astros. Vamos, que lo del horóscopo estaba ya inventado.

Pero en las supersticiones y agüeros, las hay tanto buenos como malos; así, se tenía por verdadero mal agüero el tropezar o caer al comenzar un camino.

Como hemos dicho, don Quijote tiene la intención de alcanzar el Toboso (que él convierte de aldea en gran ciudad por la sola razón de ser cuna de Dulcinea) y ver y saludar y ponerse al servicio de la señora de sus sueños. En este contexto Cervantes aludirá a Garcilaso de la Vega, “nuestro poeta”, y su égloga 3 (versos 53 y siguientes) cuando le responde a Sancho sobre los quehaceres de Dulcinea, que el escudero reduce a las tareas domésticas de “ahechar trigo”, y no del bueno, y que don Quijote verá, a través de estos versos, de forma idealizada.

El caso es que se va haciendo de noche y don Quijote piensa que no llegarán al Toboso con luz suficiente para llevar a cabo su deseo de ver a Dulcinea y pedirle su protección y bendiciones. Como Sancho sitúa a Dulcinea detrás de las bardas de un corral y don Quijote en un castillo sin llegar a un acuerdo, deciden ambos que habría encantamiento de por medio que don Quijote no duda en atribuir a la envidia, de la que –siguiendo los conceptos sobre la misma de San Agustín- hará una gran diatriba, exclamando: “¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias”.

A renglón seguido, Sancho Panza confesará no sentirse merecedor de envidias, ni por lo que tiene, ni por lo que es, que además de simple, se resume en ser creyente del Dios verdadero y su Iglesia verdadera, la Católica y Romana, siendo por tanto “enemigo mortal de los judíos”.

Del modo que queda citado y siempre recurriendo a la ironía y el humor, que es la manera natural y compasiva de tratar los problemas, Cervantes hace pública, y denuncia con esta execración contra los judíos, lo que en amplios sectores sociales se pensaba y se decía. Cervantes traerá a colación en este contexto narrativo la palabra “gentiles”, que los judíos usaban para señalar a los individuos o naciones no judías, aludiendo a emperadores romanos como Julio César o el hispanorromano Adriano.

En medio de toda esta jugosa conversación se cuela el concepto de la fama y lo que hay que hacer para alcanzarla. Don Quijote, para ilustrar sus opiniones nos refiere “lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas, no puso ni nombró en ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las demás, se quejó al poeta diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las otras, y que alargase la sátira y la pusiese en el ensanche: si no, que mirase para lo que había nacido. Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó muy satisfecha, por  verse con fama, aunque infame”. Seguirá el caballero con otros pasadizos semejantes en los que por alcanzar la fama se cometen las mayores barbaridades. Y al hilo de esto, parece que no hemos cambiado mucho cuando recuerdo el asesinato del beatle John Lennon en Nueva York.

Sancho, que escucha con atención, deduce que para alcanzar más pronto la fama más duradera y sin complicaciones es mejor que ser gentil o caballero andante, hacerse santo. ¿Otra alusión a las dificultades de los judíos en la empresa de ganarse buena fama?

Se hace de noche y llegan al Toboso, lugar de unos novecientos vecinos que don Quijote, como hemos dicho, eleva a gran ciudad solamente por gozar del privilegio de ser cuna y residencia de Dulcinea.

Iba don Quijote alegre y nervioso por ver a Dulcinea; y más nervioso, pero nada alegre, iba Sancho, que ni sabía dónde vivía Dulcinea ni la había visto en toda su vida, por lo que no sabía lo que tenía que hacer. Esperaron entre unas encinas a las afueras del pueblo y, llegado el momento, “entraron en la ciudad, donde les sucedió cosas que a cosas llegan”.

González Alonso

 

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